Pilar López Román nació en Ponferrada, aunque su vida transcurrió en su práctica totalidad en Galicia, especialmente en A Coruña.
Es diplomada en Bellas Artes y fue discípula de importantes artistas, como Lolita Díaz Valiño (tía de Isaac Díaz Pardo), Quintas Goyanes, Mariano García Patiño, etc. Desde niña practicó el dibujo en la Escuela de Artes y Oficios de La Coruña, habiendo recibido premios de Honor. También en el Instituto Femenino Eusebio de A Guarda, donde estudió su bachillerato, obtuvo el Primer Premio Nacional de Periódicos Murales. Una vez finalizada su Graduación, y con estudio propio donde pintaba con sus discípulos, presentó su primera exposición en el año 1977, en el Excmo. Ayuntamiento de La Coruña, que entonces promocionaba a jóvenes valores.
Por un infortunado acontecimiento en su vida personal y familiar, se vio obligada a dejar la Pintura como profesión, pero siempre con planes de futuro.
En el año 1999 saltó de nuevo a la palestra con gran intensidad y fecundidad, utilizando la técnica del óleo sobre lienzo y el estilo realista. Sus obras tiene como fin principal reproducir paisajes gallegos vividos o soñados e interpretar las cosas bellas de la vida y de sus gentes, profundizando en los reflejos de la lluvia sobre las losas de piedra de sus paisajes urbanos o rurales (en los que a veces introduce personajes reales y conocidos del mundo de la política, deporte o de la cultura), o cualquier otro tipo de reflejos, bien en espejos y cristales, en sus marinas, o en sus amaneceres y ocasos.
En su evolución artística, son también importantes sus recientes creaciones simbólicas y de realismo fantástico, en que mezcla fantasía y realidad, manifestados en sus "terrazas imaginarias" (otra forma de observar Galicia), o en sus "espejismos".
Exposiciones
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Canto de amor a Galicia por Pilar López Román
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Pilar López Román y La Lograda Adaptación de lo Real
por Francisco Arroyo Ceballos (Crítico Independiente/Director del CIALEC)
La visión contemplativa de todo y cuanto nos rodea es sin lugar a dudas diferente para cada individuo, debido sobre todo a la posición del mismo ante la sociedad, ante la vida.
Nuestra introspección nos hace ser positivos o negativos, nos hace fluctuar dentro de varemos adaptados a nuestra sensibilidad, engullendo de manera individualizadora contextos propios y ajenos, ámbitos que nos hacen elaborar, confeccionar nuestro propio microcosmos.
Lo particular se hace destacadamente singular siempre que el autor no sólo dote al trabajo de una calidad sino que a su vez siga una línea fácilmente reconocible como sustancial diferencia frente a otros artistas plásticos.
La autora gallega Pilar López Román alcanza sin lugar a dudas esa divergencia, esa línea en la que se traspasa lo convencional, se supera esa copia base y se adentra en la propia visión, en la pura transformación de lo real.
La adaptación es patente, el constatable estilo personal no pasa desapercibido y dota al trabajo de un especial atractivo.
López Román recibe en sus sentidos el entorno, lo asimila y plasma añadiendo ligeros cambios muy reseñables que alejan el trabajo de lo puramente real, metamorfoseándolo en soñado, en momentos fotografiados no sólo objetivamente sino con el amplio espectro del sentimiento, de la influencia que lo innato tiene para el ser, de lo que la tierra dicta al corazón.
Podemos destacar el juego de luz, su intensidad, la variación en los tonos para provocar mayor realce expresivo, un mayor impacto visual.
Los paisajes son mostrados tras una lupa que los examina cuidadosamente y transfiere al lienzo libres de impurezas, inmaculados, como concepción de un acto positivista, como presentación del sentimiento formal de la autora frente al mundo, como lucha por variar lo execrable y sustituirlo por todo un conjunto armónico en el que lo estrepitoso no adquiere sentido y lo malformado se muestra fuera de lugar.
El gusto por lo placentero, por el transcurrir sosegado es bien patente. Lo temporal se hace perenne como pretendiendo eternizar el acto rutinario en el que la persona en sí no es ni más ni menos que otro elemento englobado en el fantaseo de la perfección.
Una obra costumbrista, una obra cuidada y sosegada la que la creadora gallega nos presenta.
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Crítica espontánea en www.artistasdelatierra.com
por Goyo (03/04/2007)
Estamos ante una pintora que confiere a las sugestiones líricas del
color el marco de su representación, la cual está impregnada de un fuerte
idealismo con algunas de las características que dieron vida y formulación al
romanticismo: pasión por lo sublime, por lo maravilloso, por lo
fantástico.
La clave para apreciar el conjunto de su obra reside la
singularidad de su plasticidad, de una evocación poética de la realidad que más
penetra en su interior, ya sea paisaje urbano ya sea una naturaleza que nos
impone por su belleza y majestuosidad.
Esta plasmación de lo que sus ojos
sueñan y moldean y su mano ejecuta, se basa en ese enamoramiento de la belleza,
en ese idealismo que a través de esa tamización cromática, de esa tonalidad
etérea, atrapa un paraíso de formas que construyen espacios cercanos y al mismo
tiempo lejanos, que al contemplarlos los vivimos de otra forma, con otros
ojos.
También concurre en su trabajo el peligro de caer en el
preciosismo, en una idealización trivial, evanescente, que podría obstaculizar
incluso impedir que los valores que pretende tomen la dirección de esa
caligrafía mágica.
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pilar lópez román óleos |
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